Espero a que un minuto de silencio selle mis labios que solo se abren por los sollozos. Te busco y ya no te encuentro. ¿Alguna vez te encontré?
Y los minutos pasan y aun no veo tus ojos. ¿Se ocultan de mí? No veo tu cuerpo. ¿Tan débil está que ni siquiera acercarse puede? No veo tus manos. ¿Tanto te duelen que no pueden tomar las mías?
Tiemblo y espero mi dulce y tortuosa rendición ante vos, pero esta nunca llega. Insisto y trato de que veas lo que yo veo, que te veas a través de mis ojos. Tu ausencia genera paz en mi vida, un momento en el que nada debo demostrar, nada debo temer.
No todo amor se puede en esta vida, y solo espero haberme equivocado de vida, y no de amor.
«Ya no me dejes adorarte. Liberame, desata mis manos, porque ya no se pueden aferrar más a las tuyas», te pido es un simple suspiro. Se que lo oyes. Se que oyes cada una de mis palabras.
No puedo estar ahí para evitar que caigas, porque solo caería con vos. Tu mayor error seria apoyarte en alguien a quien se le acabó la fuerza.
Así que, reina de mis prosas, mi bello ser acendrado y tormentoso, mi ramé, mi huracán, hoy suelto tu mano. Lamento no curarla lo suficiente.